El acné vulgar o vulgaris está presente en el 74% de los españoles en edades comprendidas entre los 12 y los 18 años, según datos de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC). Pese a ser una afección común y largamente estudiada, son muchas las mentiras que proliferan en torno a sus causas, sus medios de transmisión, etcétera, que no resisten el análisis de cualquier especialista tratamientos acne.

 

Por ejemplo, ¿las espinillas o granos del acné se contagian, por ejemplo, debido al contacto personal? La respuesta es negativa, por supuesto. Ciertamente, el acné está causado por microorganismos como la Propionibacterium acnes, pero la persona afectada no es ‘portadora’, ni puede transmitirlos de forma similar a las partículas víricas de la gripe.

 

Los desencadenantes del acné vulgar son el exceso de producción sebosa, en primer lugar; el bloqueo de los folículos pilosos; la acumulación de bacterias y células muertas, y las infecciones por heridas y rozaduras minúsculas. Por consiguiente, las espinillas no se presentan de la noche a la mañana por un simple contacto.

 

Adiciones como el tabaco son señaladas habitualmente como agentes inductores del acné. ¿Hasta qué punto puede darse crédito a esta afirmación? Aunque la nicotina en sí misma no ocasiona granos, sí los fomenta de manera indirecta. En realidad, el humo del tabaco y otras formas de polución ambiental contribuyen al empeoramiento de la oxigenación de la piel, propiciando este y otros trastornos cutáneos.

Por otra parte, ¿es posible que los descendientes de personas con acné sufran este problema, es decir, que sea una afección tan hereditaria como la alopecia? Si bien esta afirmación puede sonar a mito, la realidad demuestra que la distribución y tamaño de las glándulas sebáceas de los folículos pilosos pasan de padres a hijos. Por ende, el acné es en cierto modo hereditario, por más que su principal causante —la bacteria Propionibacterium acnes— no lo sea en absoluto, lógicamente.